¿Que entendemos por realidad? 3: La cuántica como condición de posibilidad para una nueva interpretación filosófica de lo real

 La tradición occidental arrastra desde antaño la idea de entidad como fundamento del ser. Desde Parménides, quien postuló que el ser es y el no ser no es, el ser se vio directamente vinculado con la idea de totalidad, sistema acabado, inamovible, idéntico a sí mismo y único. La lógica aristotélica, siguiendo este camino, planteó el principio de no-contradicción, el principio de identidad, y el principio de existencia, fundando así un modo muy particular de relacionarse con la realidad. Esa relación es la que aún está vigente y se plasma en el sentido común, ejerciendo un peculiar orden y poder. El lenguaje con el cual nos manejamos y aquellos imperativos lógicos con los cuales decodificamos la realidad, funcionan como tamices y filtros con los cuales describirla. Hasta la llegada de la mecánica cuántica, el mundo era pensado en términos clásicos newtonianos. La lógica y la matemática eran la perfecta correspondencia de la realidad, siendo sus principios tomados como absolutos.

Ante el abismo que implica la existencia, el hombre ha creado fundamentos; muletillas en los cuales descansar y sentirse seguro. En este sentido, ha creado el concepto de Dios, los principios lógicos, las leyes e imperativos en función de esa necesidad de orden; esa necesidad de no admitir que, como dijo Heidegger: “Estamos parados sobre la nada.”[2] El problema radica en que este hombre, creador de conceptos, interpretador, se ha olvidado que lo es. Se ha olvidado que él es el productor de aquello ante lo cual se arrodilla. Según Nietzsche, esos conceptos no son más que ficciones vacías; una “nada divinizada” y colocada en el papel regulador de la naturaleza y la moral, fundando así prácticas que son las que hoy en día aún quedan como remanentes, presas del lenguaje y las costumbres.

La cuántica de este modo, introduce algo nuevo; en términos Derrideanos[3] un Resto, que hace tambalear el edificio de la física y de la metafísica. Por primera vez la experiencia parece no concordar con las leyes de la física, hasta esos momentos incuestionable, y a pesar de más de un intento ad hoc en dar respuestas en términos clásicos, la cuántica sigue resistiéndose a tal hazaña.

 

¿Es posible una genealogía que, como bien plantea Foucault funcione como insurrección de los saberes contra los efectos de poder centralizadores que están ligados a la institución y al funcionamiento de un discurso filosófico y científico organizado dentro de la sociedad? Quiero decir que el problema tal vez, nunca dejó de radicar en este afán de apego a cierto discurso de poder ordenador y decodificador del mundo/realidad. La cuántica combate contra los efectos de poder propios de un discurso considerado como científico; rompe el sometimiento de los saberes históricos y los libera de un discurso teórico total, cerrado, formal y científico.

 

Belén Asad

acatexis@yahoo.com.ar

http://acatexis.wordpress.com/




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